lunes, 5 de octubre de 2009

Pobres solemnes. Nortecastilla.es

Pobres solemnes
ALFONSO ARRIBAS

Maná, maná (El regreso)

Compañía: Los Ulen.
Dirección: Juan Carlos Sánchez.
Elenco: Paco Tous, Pepe Quero y Maite Sandoval.
Sala: Teatro Juan Bravo

Revisión de un exitoso montaje nacido hace más de una década y que ayudó como ningún otro a consolidar la marca de la casa, el lenguaje propio al que Los Ulen permanecen leales a pesar de la que cae ahí fuera. 'Maná, maná' es un retrato cáustico del gigante que devora a sus criaturas, la reproducción de un paisaje en el que habitan los perdedores. Es un cuadro sobre la pobreza con espíritu impresionista: desde lejos se aprecian tres vidas apropiadas por el desastre; a medida que el espectador se acerca, los seres humanos que visten harapos y sonríen con dentaduras melladas se muestran como auténticos pensadores que curiosean en el cajón de los conceptos. El porvenir, el destino, el sentido de la vida y el sinsentido de sus vidas.

La historia se detiene en un rincón de la ciudad. De un contenedor asoman tres cabezas, que se sumergen en la basura para tentar a la subsistencia. Un cartón de vino al que se le apura el culín, unas gafas quebradas que aportan aristocracia a la miseria, y un mono de trabajo con la grasa haciendo vetas en la tela. «Mira, otro al paro», dicen en un golpe súbito de contexto.
Estamos en plena crisis, y estos tres personajes no conocen otra cosa. La recesión les golpea la cara, en la recuperación aún están convalecientes y el siguiente bajón les coge otra vez ahí, tumbados en el banco de las víctimas. Un par de cartones, una bolsa de basura grande y algún cachivache de almoneda barata son sus armas frente al frío y ante la pobreza. Apuran sus existencias en un claro que ha dejado la selva del capitalismo, y allí curten su amistad, se defienden de sus enemigos y ríen, ríen mucho. Están despojados de todo menos de aspiraciones. Son pobres solemnes, más que de solemnidad.

Produce vértigo asomarse a este panorama, pero se sobrelleva gracias a la ternura con la que están impregnados los protagonistas. Lombri arrastra en un saco de correos su extensísima biografía en busca de editor. Morci calienta la voz junto a la chisquereta por si sus tonadas convencen a los cazatalentos. Y Mosta quiere dormir, descansar de no hacer nada, y madrugar para volver a no hacer nada.

Con todo esto, Los Ulen ofrecen un espectáculo intenso que merece ser disfrutado. Sus interpretaciones son muy carnales, rotundas, jugueteando continuamente con lo grotesco y lo esperpéntico, acentuadas con un realismo visceral (escupen, moquean, se rascan, se retan a duelos de hedores) que no espanta porque en los ojos llevan de todo menos repugnancia. Al final, además, regalan un postre musical que sabe a viejas fórmulas dramáticas, que invita a poblar una sonrisa que, aunque no desaparece en ningún momento, a veces se queda congelada por la exhibición de desgracias.

Fuente: nortecastilla.es

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